Ya no hay nada que hacer.
Pero si de verdad fuera posible debería poder controlarte, manejarte,
no seguir siendo el títere de la ansiedad necesaria por la mañana,
aquel que nos deja platicando en nuestro mundo,
lamentándonos en un rincón.
Y al amanecer seguir divagando
entre líneas blancas y negro caminar por ese rió de asfalto,
entre las charlas inútiles de personas que suben al andén,
que se golpean unas a otras
y que siempre andan apresuradas.
Pero tú eres inspiración,
compañera y animadora porque a pesar de que me haces mucho daño,
tú eres mi mal necesario.